Las bicicletas son para el verano,
con toda su intensidad, con toda su estupidez.
Nos despojamos de nuestra ropa interior
junto al puñado de reproches propios
de los amantes que se entregan al placer.
Cervezas para los trasnochados,
cafés a media tarde para exaltar
y evidenciar los defectos.
Y tiene gracia, nos reímos,
y da miedo ese punto álgido,
el desear cada tara de tu cuerpo,
cada imperfección de tu cerebro,
tan irritante, tan sofocante.
Compartir el miedo a ser feliz
nunca antes había sido
tan gratificante.