Chillar, gritar, desesperarse, golpear fuertemente con el puño la pared, sangrar, maldecirle, compadecerte. Excitarse al tantear un autobús de sexo,” porque somos eso bonita, polvo y humo, el amor es para los débiles”. Perderlo, no encontrarte. Quemar una muralla de recuerdos previamente agrietada por un puñado de senos, labios rojos y lacas de uñas, mandarlo todo a la mierda en un segundo. Ser explícita cuando me la gana, y cuando no también. Reivindicar el derecho a sentirme más que dos piernas y un tanga, a dudar, derecho a estar mal, sentirme bien, a que me hagan bien. Bajar de un carro que no es el mío. Volver a tu mundo, al mío, a la irrebatible realidad. Encabronarme y escribir mil sandeces, que los impulsos siempre están bien mientras alguien deshaga tu maleta. Rendirse ante causas perdidas, potencial y aparentemente con ganas de cambiar, pero muertas desde un principio. (Des)cansar de una vez. Cerrar los ojos y de una forma u otra, quedarme aquí.
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· · Lo confieso, siempre me agradó ver a Benedetti abocado necesariamente en su estrategia.
Me ha encantado.
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