Quise contar mis recuerdos en un relato sincero,
pero me faltaba oficio y tuve que recurrir a mis maneras.
Los escuché muchas madrugadas, sus vivencias, sus momentos…
Sé que conseguí llegar al alma de muchos de ellos,
que capté su esencia, la atención de esos pequeños y retorcidos genios.
Los vi penetrando sus lenguas en el frescor de rubias con bocas mitológicas.
Los oí cantar cabalgando en blues pantanosos,
masturbando cuerdas tensadas en toscos y despechados clavijeros.
También vi a estos hombres llorar por rizados cabellos y nalgas apretadas
que tambaleaban sus más consistentes cimientos.
Y disfruté dándoles placer,
haciéndoles vibrar entonando coplas a modo de despedidas.
Reinventé cada estribillo, susurrando buenas y revolucionarias intenciones
(las cárceles de este país están llenas de gente con buenas intenciones).
Y que conste que solo copié lo que ellos me contaron.
Esto es todo cuanto aprendí de aquel divagar por las noches de los tiempos.