jueves, 22 de marzo de 2012

La notte.



Creo que podrían retorcerme las entrañas y no acabar enamorada. El gusto de la cerveza en mi paladar está siendo más placentero, o al menos, desfigura las taras y monstruos que aparecen cuando te echo de menos. Me arrojaría a los brazos de cualquier bicho viviente que supiera susurrarme al oído algo que no haya escuchado ya, alguien con el que los catorce de febrero fueran un exilio en el que refugiarme cuando a mí me diera la gana, y no acabar calada y sin paraguas en mitad de tu nada. Pero soy extraña, rara. Por la noche  me suenan las tripas, y suelo soñar con jardines en las arenas del desierto. 

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