Todas las mujeres intrépidas lo
tienen. El reino del inconformismo, como airear una y otra vez tu habitación
tras una noche de resaca (faltan dedos en el alma que se acuerden de enumerar
los lastres cerebrales que tropiezan en tu camino). Al fin y al cabo, es una
noche de tantas. La Biblia vuelve a estar escondida en el último cajón de la
mesita de noche. Retales de mi ropa interior que vienen a parar aquí, donde muy
pocos conocen la cara B de mi antología. Ni yo misma sé muy bien qué vine a
buscar.
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