martes, 2 de noviembre de 2010

Soliloquio


Háblame…
 cuando me conozcas tanto que sepas qué canción me hace sentir bien (y en cuál “dispararía al pianista”). Cuando no te canses de mis indomables ganas de cambiar este disparatado y descabellado mundo, de mis domingos, y de cómo me suelo fumar las resacas cada mañana.

Háblame…
cuando te ahorres los reproches y la censura, cuando a conciencia te saltes los semáforos mientras te pierdes por mis defectos. Cuando comprendas que lo que la gente suele dejar en el tintero yo lo grito sin palabras.

Háblame…
cuando seas capaz de desnudarme sin quitarme la ropa, de ofrecerme irrechazables invitaciones al engaño, cuando seas capaz de libertarte, de liberarme.

 Pero, sobretodo, cuando te cerciores de que conmigo no existen los
“y-ahora-qué”… 
                                háblame. 
***
Fotografía: Bresson  y sus instantes decisivos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario