no sospechas lo que acontece en tu letargo.
Una vez más, aquí me encuentro,
tu lucidez me mantiene despierto.
Son tus calles rojizas, doradas y cobrizas,
transeúntes, idas y venidas.
Sigo aquí, no me he ido, miro.
Negra cabellera,
de azabache y yerbabuena.
Ojos que enfocan a ninguna parte,
regazo inigualable.
¿Me ves? Yo a ti sí.
Destino imperdonable,
batalla inexorable,
maldita calle.
No te culpo madre.
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