domingo, 17 de octubre de 2010

De todas partes, de ningún lugar.



Esto marcha bien. Un cosmos claramente estructurado y organizado, con sus barreras y fronteras a modo de altas banderas. Algunos tienen hasta el privilegio de poseer infranqueables muros, concediéndole  el título “in honoris causa” de franjas.  Supongo que así es más divertido, debe ser como cuando tienes mierda en tu terraza y la tiras a la del vecino por encima de la tapia. Todo queda en un juego de niños. ¿O pensabas que el despacho oval estaba desprovisto de Scalextric?

Sucede que, personalmente, no encuentro satisfacción en eso de golpearme el pecho, que no se me eriza el vello con ningún cántico nacional, que aplaudo ante una buena jugada, da igual que no sea del local. Y es que, muy a mi pesar, veo que lo de encontrar equilibrio, armonía y estabilidad está desfasado para los demás.  De patriota, nacionalista y tradicionalista eludes una heterogénea escala de valores y te crees illuminati, como el que más.

Interculturalidad, que yo solo quiero disfrutar de una buena cerveza sevillana, vistiendo jeans americanos (no muy caros), apoyada en la barra de un bar de apelativo inglés ubicado en la Comunitat. Todo acompañado de un buen jazz alemán.


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No nos irá tan bien cuando vamos ya por la undécima edición de Gran Hermano.

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