lunes, 10 de enero de 2011

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Una sombra desfigurada y apáticamente triste
va hundiéndose en esta jungla de cristal.
A lo lejos, una boca sangra los resquicios
de un corazón en pleno proceso de putrefacción.

Los atardeceres más absurdos y excitados
se congelaron con este puto frío que anega mis venas,
habiéndolo dado todo, sin haber esperado nada.

Y precisamente esa ausencia de todo es lo que permanece,
igualmente, un maldito y detestable dolor en mis senos
en forma de necias interrogativas sedientas de ser respondidas.

Supongo que se me hincharían los cojones si fuera tío,
pero de una señorita la gente diría
que tiene uno de esos días de cambio.  

Maldita la hora, pero a veces me da por pensar,
y lo último que me apetece es verme de nuevo
sola y despeñada entre los insensibles y subterráneos
raíles de una ciudad que ni siquiera es la mía.

Simplemente, sin tapujos y sin engaños,
 (y si quieres) asegúrame que dejará de llover,
quiero ver Sevilla en primavera.
***

El delirio y la pasión agotan demasiado. Tengo sed y dudas.
También algún as escondido esperando la jugada perfecta.

3 comentarios:

  1. No sé, pero ese verso de Sevilla me ha encantado, de veras.

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  2. Escribes deliciosamente bien.

    Te acabo de descubrir, pero pienso quedarme por aquí a leer durante mucho tiempo (espero).

    Un saludo.

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  3. Muchas gracias por leerme, tanto a Rodolfo como a eigual. Será un placer que os paséis siempre que os apetezca.

    Un saludo.

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